Cuaderno Studia XXI – Universidades y empresas: crear sinergias con sentido

El documento me lleva a reflexionar sobre diversos aspectos vinculados con la formación universitaria y sus contenidos más prácticos o aplicados, así como sobre la formación a lo largo de la vida en el contexto social y económico presente y futuro. Trataré de resumir la reflexión en diez ideas y apuntes que espero ayuden a enriquecer un debate sin duda necesario y estratégico para cualquier sociedad que quiera progresar. Las ideas que expreso deberían ser tratadas con mucho más detalle y concreción, pero la extensión necesariamente breve de nuestras aportaciones no lo permite. Vayan por delante, en este sentido, mis excusas si en algún momento soy demasiado esquemático.

Las ideas y apuntes para el debate son los siguientes:

  1. La revolución tecnológica, económica y social nos impide seguir usando los esquemas intelectuales de la era industrial.

Efectivamente, vivimos en una época de cambios más que significativos. Algunos incluso afirman que no es ya una época de cambios, sino que estamos ante un cambio de época. No les falta razón. En el ámbito económico, por ejemplo, aproximadamente la mitad de las principales empresas existentes en el año 2000 han desaparecido, incapaces de adaptarse a un nuevo entorno tecnológico. Por lo que se refiere al mercado laboral, diversos estudios e informes nos alertan de las transformaciones que vivimos. El estudio de C.B. Frey y M. Osborne, que analiza 702 ocupaciones de los Estados Unidos, concluye que el 47% serán automatizadas/robotizadas en pocos años (Frey, Osborne, 2013, The Future of Employment: How Susceptible are Jobs to Computerisation? Oxford University Press). El último informe McKinsey afirma que 6 de cada 10 ocupaciones actuales pueden ser automatizadas en más de un 30% de sus actividades concretas (McKinsey Global Institute, Jobs Lost, Jobs Gained: Workforce Transitions in a Time of Automation, 2017).

Todo ello nos demuestra que ya no es posible analizar la evolución del mercado de trabajo y las necesidades de las empresas y organizaciones bajo un prisma de continuidad, estabilidad y ciertos escenarios predecibles. Y, por supuesto, ello afecta directamente sobre qué formación debemos aportar a los universitarios del presente y del futuro: ¿en qué competencias y habilidades? ¿En qué conocimientos? ¿Con qué actitudes y valores? ¿En una formación más generalista o más especializada? ¿Las universidades deben formar para las necesidades presentes de las organizaciones o preparar a los profesionales del futuro?

  1. La sociedad del conocimiento: el capital humano y el talento, los factores más estratégicos.

Si una característica define la sociedad y la economía del futuro es que serán intensivas en conocimiento. Uno de los principales recursos, si no el principal, de cualquier organización para adaptarse adecuadamente y sobrevivir será el conocimiento y su adecuada gestión, por tanto el capital humano y el talento de sus equipos y profesionales. En los análisis que llevamos a cabo sobre los índices de sobrecualificación, nos referimos habitualmente al presente sin tener demasiado en cuenta las necesidades de futuro. Los países y las organizaciones que progresarán con más seguridad son aquellas que apuesten de manera permanente por formar a ciudadanos y profesionales cualificados, que puedan aportar talento y valor añadido.

Todo ello nos lleva a valorar como negativa la situación en España. De acuerdo con la Encuesta de Población Activa (EPA) del último cuatrimestre del 2017, trabajan en España 2,2 millones de personas más que hace cuatro años. Pero la productividad crece muy lentamente: al 0,4% anual, cuando en otros países europeos lo hace cerca del 1%. Asimismo, España es el único país de nuestro entorno donde aumentan los trabajadores poco cualificados: casi medio millón de los 2,2 millones mencionados. Y además se han reducido en unos 260.000 los trabajadores jóvenes (entre 25-39 años), mientras en todos los demás países europeos, excepto Italia, han aumentado. El panorama es desolador y se reafirma que el mercado de trabajo español se basa en gran medida en una baja o muy baja cualificación profesional, con pocas oportunidades para los jóvenes y con unos niveles altísimos de precariedad y temporalidad. Ante ello, el problema se fundamenta más en la estructura económica y empresarial del país que en la flaqueza de su sistema educativo. El reto es invertir esta tendencia y desarrollar una estructura productiva más centrada en el capital humano cualificado, el talento y la mejora de la productividad por la vía de la innovación y no por la baja cualificación y los bajos salarios.

  1. Apuesta por sistemas de formación más flexibles, híbridos y personalizados.

A pesar de lo expuesto, es cierto también que las ofertas formativas en el sistema educativo español (y específicamente las universitarias) deben cambiar y mejorar en algunos aspectos. Caminamos, y deberemos hacerlo mucho más, hacia sistemas de formación universitaria más flexibles, híbridos y personalizados. Mayor flexibilidad para captar y retener talento, para ofrecer estudios e itinerarios formativos adaptados a diferentes necesidades (personas, empresas, sectores, etc.). Más hibridación para poder combinar formaciones complementarias y enriquecedoras: programas de formación dual universitaria entre universidades y empresas, programas de formación semipresencial, programas que combinan formación en el propio país con formación en otras universidades y países, formación teórico-académica con formación más aplicada, doctorados industriales. Disponemos de informes y evaluaciones que demuestran, por ejemplo, la altísima tasa de ocupación de los graduados en cursos con formato dual, sea en formación profesional (todavía incipiente en España pero muy desarrollada en otros países) o sea en formación universitaria (con casi nula experiencia en nuestro país, pero con larga tradición y éxito en países como Alemania y Dinamarca).

Asimismo, son necesarios programas más personalizados para que cada persona pueda construir, en la medida de lo posible y junto al consejo y orientación externas, su propio itinerario de formación y, por tanto, su perfil profesional en un mundo en cambio constante y de creciente complejidad. Ello también nos conduce al debate sobre la necesidad de fomentar perfiles institucionales diferenciados entre nuestras universidades, hasta ahora demasiado homogéneas. Nos muestra también que en la oferta de estudios universitarios en España conviven de facto estudios de diversa índole: por ejemplo, desde los considerados más académicos (física, historia o filosofía, por ejemplo) con estudios más centrados en la formación en un campo profesional específico (caso de las antiguas diplomaturas o ingenierías técnicas, en ámbitos como la enfermería, la podología o la ingeniería técnica electrónica para citar algunas). No es posible medir por el mismo rasero disciplinas con orientaciones tan dispares. Y, a pesar de ello, en los últimos años hemos tendido a unificar y homogeneizar la oferta formativa que no a diversificar y aplicar marcos de trabajo más flexibles.

  1. La formación internacional, un valor añadido clave en la era de la globalización.

Otro de los aspectos que cabe mencionar como muy relevante es el de la creciente globalización en muchas vertientes. Por supuesto globalización de los mercados y las economías. En este sentido, a mi entender la formación internacional constituye un factor importante que ofrece un enriquecimiento personal y una preparación profesional destacadas. Hablamos desde estancias formativas más o menos cortas en otros países (movilidad tipo Erasmus) hasta dobles titulaciones transnacionales o directamente estudios completos de grado, de máster o de doctorado en el extranjero. Diversos estudios recientes sobre la formación internacional corroboran que formarse en otro país, en otra cultura y con otra lengua, y lejos de las comodidades familiares y domésticas, comporta beneficios remarcables, tanto personales como de cualificación profesional.  Un reciente estudio de la Comisión Europea (The Erasmus Impact Study, Comisión Europea, 2014) muestra como los jóvenes que han pasado por esta experiencia tienen la mitad de probabilidades de caer en paro de larga duración. Asimismo, estos jóvenes no solo adquieren los conocimientos de las disciplinas específicas, sino que sobretodo refuerzan habilidades transversales clave y actitudes de mayor proactividad. De hecho, un 64% de los ocupadores sostienen que a los profesionales con experiencia formativa internacional se les acaba otorgando mayores responsabilidades profesionales en las empresas y las instituciones.

  1. Competencias y habilidades transversales: de la teoría a la acción.

Diversos estudios y encuestas a empresas y organizaciones demuestran la importancia y relevancia de la formación en competencias y habilidades que podemos denominar transversales. Hablamos de competencias y habilidades  de gestión en un sentido amplio: gestionar un proyecto, gestionar y trabajar con un equipo humano, capacidades de empatía, ser capaz de delegar. Pero también hablar en público, saber sintetizar y destacar lo más relevante, orientarse a conseguir resultados, generar un buen clima de trabajo o tener capacidades para trabajar en un entorno internacionalizado y multicultural.

La propia automatización y robotización de muchos trabajos y tareas reforzará todos los aspectos menos automatizables: por supuesto la creatividad, la toma de decisiones y la capacidad de asumir riesgos, la resiliencia e inteligencia emocional, etc. En este ámbito de la formación en competencias y habilidades las universidades españolas deben mejorar. Integrar, entre otros, los elementos que acabamos de mencionar en el currículo formativo de las universidades es un reto inexcusable para acercar las empresas y organizaciones de todo tipo a las universidades.

  1. Los valores y la responsabilidad social, factores clave de progreso y de competitividad.

Las organizaciones con valores (explícitos e implícitos) y orientadas a la responsabilidad social serán mucho más sostenibles y competitivas que las demás. Cada vez más, como ciudadanos, clientes e incluso como trabajadores, nuestro nivel de exigencia sobre la responsabilidad social y los valores de cualquier empresa u organización será mayor. Los propios profesionales tienen cada día más en cuenta no sólo los aspectos clásicos de una contratación (salario, condiciones laborales, etc.) sino los valores y la razón de ser de la empresa en cuestión. El sentimiento de pertenencia y de fidelidad será mucho mayor, por lo que se generará un círculo virtuoso entre organización, profesionales y clientes/usuarios. Ello significa que las universidades deben también tener muy presente los valores a transmitir y a formar. Además de buscar profesionales competentes, con conocimientos de determinado ámbito profesional, y de valorar habilidades y competencias transversales como las que acabamos de mencionar, las empresas y organizaciones también valorarán de forma creciente aspectos como la ética en el trabajo, el espíritu crítico, la responsabilidad, el respeto, la aceptación de la diferencia, entre otros.

  1. La sostenibilidad como meta de toda organización.

De tanto utilizarlo puede parecernos un concepto vacío pero no lo es, sino todo lo contrario. La sostenibilidad de cualquier organización, la de sus acciones y sus productos/servicios constituyen su razón de ser. Como sabemos, una concreción muy interesante de la sostenibilidad la estableció la Organización de las Naciones Unidas con los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): 17 objetivos específicos para un mundo mejor que deberían alcanzarse antes del año 2030. Los propios ODS interpelan a las instituciones, las empresas y las universidades.

  1. Formación a lo largo y ancho de la vida, reto personal y colectivo.

Cuando hablamos del mercado de trabajo, de la formación y la educación y de las interrelaciones entre empresas y universidades lo hacemos a menudo (y es en cierta medida inevitable hacerlo) bajo perspectivas del presente y del pasado. De hecho, somos todavía muy poco conscientes que esta nueva sociedad del conocimiento y del avance científico y tecnológico frenético, nos va a exigir formarnos a lo largo y ancho de la vida. Ello se puede trasladar tanto a las organizaciones (empresas y organizaciones capaces de aprender y cambiar constantemente) como a las personas y profesionales (capacidad y actitud para la formación permanente y el reciclaje profesional) e incluso a los países (aquellos capaces de basar su potencial en el talento, el conocimiento y la capacidad de cambio y adaptación a los nuevos retos sociales, culturales o económicos). Todo ello debe también reflejarse en las ofertas formativas. Es caduco pensar que una vez conseguido un título a una edad relativamente joven la formación deja de tener sentido y protagonismo. Todo lo contrario: la capacidad de aprender a aprender, a formarse continuamente, a desaprender incluso, serán factores clave. Y por ello el título universitario deberá ser concebido como una estación más de la formación a lo largo de la vida, un punto y seguido en vez de un punto final. Las universidades, en este sentido, deben repensar sus ofertas académicas teniendo muy en cuenta esta nueva realidad. También se deberían  facilitar las pasarelas entre diversos tipos y niveles de formación,  mejorar el reconocimiento de la formación adquirida en el puesto de trabajo y desdibujar las fronteras entre la formación formal, no formal e informal que, de hecho, son cada día más difusas.

  1. Relaciones estratégicas estables entre empresas y universidades.

En el informe se habla extensamente de las interrelaciones entre empresas y universidades. Y el título es realmente esclarecedor: crear sinergias con sentido. Sin duda, este debe ser el fin último para el bien del progreso en todos los sentidos. Mi sensación, sin embargo, fruto probablemente de la experiencia personal, es que las relaciones entre empresas y universidades en España son todavía demasiado cortoplacistas, demasiado utilitarias (me refiero a la utilidad inmediata y como respuesta a circunstancias del presente). A mi entender, las sinergias con sentido a las que advoca el informe se deben basar en relaciones estables y estratégicas. La formación de profesionales, la capacitación profesional, la captación y retención de talento son metas difíciles de conseguir si atendemos principalmente al corto plazo. Necesitamos estrechar las alianzas estratégicas entre organizaciones de todo tipo y las universidades. Alianzas que generen confianza, que permitan el trabajo conjunto, que permitan obtener resultados y evaluar impactos. De hecho, ya disponemos de buenos ejemplos en sectores muy dispares (medicina y salud, tecnologías de la información, automoción, gestión pública, etc.) pero deberían multiplicarse y basarse cada día más en acuerdos estratégicos a largo plazo.

 Políticas públicas más y mejor integradas.

Un último apunte a las políticas públicas de fomento de la formación y la capacitación profesional. Se sigue trabajando en una lógica excesivamente compartimentada que poco tiene que ver con la realidad. Me refiero a la distribución de competencias dentro de un mismo gobierno o administración pública: departamento de universidades, departamento de trabajo (formación ocupacional), departamento de educación (no universitaria), entre otros. Para mejorar las políticas de formación y las interrelaciones entre organizaciones y universidades, se debe romper esta compartimentación y trabajar bajo esquemas mucho más interconectados que permitan vasos comunicantes, sinergias para la mejora, reconocimiento y pasarelas formativas, intercambio de información, etc. El fracaso de la política de la formación ocupacional en España no es más que un síntoma más de esta compartimentación que no genera valor y que no responde a la realidad social y económica.

Para acabar, me gustaría agradecer a Studia XXI por haber escogido esta temática de gran transcendencia. Las interrelaciones entre todo tipo de organizaciones (empresas, instituciones públicas, entidades sociales, etc.) y las universidades son claves para avanzar hacia una sociedad cada vez más basada en el capital humano, el talento y la innovación. También quería felicitar a la Prof. María Mora por su análisis y el rigor de la ponencia que nos permite tratar la temática.

Artículo revista Studia XXI