UniversidadSí , julio de 2018

La tercera misión va de la mano de una estrecha colaboración entre universidades y empresas. Sin embargo, todos los indicadores muestran que en España estas dos organizaciones viven demasiado distanciadas. Uno de los mecanismos de transferencia de conocimiento y tecnología más relevantes que aportan las universidades a la sociedad es la inserción de doctores en el tejido económico y empresarial.

En este sentido, un indicador que muestra dicha distancia, y también la baja tasa de dicha transferencia que afecta la capacidad de innovación de las empresas, es la débil presencia de  doctores en las empresas españolas.

Esta cifra contrasta con el 44% de los Estados Unidos y el 62% de Francia. Los motivos son diversos y complejos, pero están fuertemente correlacionados con el escaso reconocimiento de los doctores por parte de la sociedad, la escasa inversión en investigación e innovación de las empresas españolas, las débiles competencias de gestión por parte de los doctores y la débil traslación de los resultados de la investigación científica de las universidades al sector empresarial.

Desde la empresa se identifican, entre otros, los siguientes elementos sobre la figura del doctor:

  • Se considera que la formación de los doctores es excesivamente teórica y poco práctica.
  • Hay un desconocimiento de los programas de ayudas o mecanismos que faciliten la contratación de doctores en las empresas.
  • Los doctores tienen poca preparación empresarial en general y escasa en el terreno de la gestión.
  •  Se constata en los doctores una limitada experiencia práctica en el ámbito empresarial ya que su proceso de formación ha sido largo.
  • Los doctores están poco acostumbrados a facilitar resultados de producción más inmediatos.

El escaso prestigio de los doctores en España se demuestra por una escasa valoración del título ya que sólo al 10% de los doctores que trabajan en empresas se les exige el título y ejercen funciones de doctor. Y como consecuencia de ello, los ingresos medios de un doctor están en torno a los 30.000/40.000 euros anuales.

Sin embargo, hay indicios que indican que con una política de incentivos se podría facilitar la presencia de doctores en las empresas como herramienta de transferencia de conocimientos y tecnologías. En España, la Acción IDE (Incorporación de Doctores en Empresas) fue una primera iniciativa pública de fomento de la inserción de doctores en empresas para la investigación e innovación tecnológica.

La evaluación de resultados del programa demostró que un 91% de las empresas que participaron valoraban positivamente la aportación innovadora de los doctores y un 83% estaban satisfechas con la calidad de la formación de los doctores, destacando la capacidad de autonomía e iniciativa, los conocimientos específicos y la capacidad de aprendizaje. La misma evaluación también reflejó que la mayoría de las empresas participantes en el programa también lo eran de ayudas públicas a la I+D.

Cabe destacar, igualmente, que la continuidad laboral de los doctores en la empresa después del periodo de subvención que financiaba el programa fue elevada: tres de cada cuatro doctores continuaron en la empresa y, de éstos, el 82% lo hicieron con un contrato indefinido. En julio de 2003, el 58% de los doctores continuaban trabajando en la misma empresa y el 80% lo seguía haciendo en el mismo sector empresarial.

García-Quevedo y otros (2010) concluyen que aquellas empresas que cooperan con las universidades y llevan a cabo actividades de I+D (tienen un departamento de I+D; tienen un gasto significativo en I+D o tienen al menos un doctor en su equipo de dirección) están más dispuestas a valorar el nivel de formación de sus futuros trabajadores y prefieren que éstos tengan un doctorado.

También constatan cómo aquellas empresas que destinan más recursos a la innovación de producto que a la innovación de procesos prefieren contratar doctores. Por otra parte, en cuanto a las características de las empresas, también se evidencia cómo aquellas que pertenecen a sectores de alta tecnología tienen más propensión a la contratación de doctores.

Igualmente, también es relevante la naturaleza de la institución en la que se ha llevado a cabo la tesis doctoral: las empresas de alta y media tecnología que cooperan con universidades prefieren contratar doctores que provienen de la universidad, mientras que las empresas que contratan actividades de I+D prefieren en mayor medida los doctores con experiencia en el sector privado.

Experiencias en otros países europeos muestran que la inserción de doctores en las empresas españolas tiene todavía recorrido para alcanzar cifras óptimas. Países como EE.UU, Francia, Dinamarca y Reino Unido disponen de una experiencia dilatada en programas de formación de doctorandos en colaboración entre empresa y universidad con resultados muy positivos. En Cataluña los doctorados industriales se han puesto en marcha en el curso 2012-2013 por lo que todavía no se dispone de resultados.

Estos programas de doctorado en colaboración convierten, en la práctica, un espacio de concreción y ejecución del “triángulo del conocimiento” donde la educación, la investigación y la innovación forman parte de una estructura común de desarrollo de habilidades y conocimientos en el que participan las universidades y las empresas (Borrell-Damián, 2009).

Aunque la investigación en este campo es limitada, diversos análisis detectan tres funciones concretas atribuibles a los doctorandos formados en el marco de las relaciones universidad-empresa: en primer lugar, son productores de conocimiento en proyectos de investigación en colaboración; en segundo lugar, son un canal importante de transferencia de conocimiento entre l as universidades y las empresas; en tercer lugar, son un componente vital de la red que se establece entre las empresas, los gobiernos y las universidades (Thune 2010).

¿Qué pueden hacer las universidades para reforzar y hacer más estrecha la colaboración universidad-empresa en la formación de doctores?

  • Incorporar las alianzas ya existentes y promover nuevas colaboraciones y redes de confianza con el tejido empresarial para que se integren en el marco de las Escuelas de Doctorado mediante estructuras flexibles como pueden ser los consejos asesores.
  • Trabajar conjuntamente los contenidos de la formación de los programas de doctorado entre la universidad y la empresa para incorporar la experiencia del mundo empresarial en la formación específica en competencias transversales, garantizar una mayor empleabilidad futura y ser más competitivos a nivel internacional.
  • Trabajar en colaboración en aquellos ámbitos de conocimiento que, a priori, pueden tener una menor capacidad de empleabilidad en el mundo empresarial.
  • Buscar empresas que valoren la I+D de las universidades y que puedan tener intereses específicos en áreas de conocimiento propias.
  • Identificar nuevos retos de investigación relevantes para la industria. Reforzar los proyectos de colaboración que ya estén establecidos con las empresas que trabajan en sus parques científicos y tecnológicos.
  • Sensibilizar a la comunidad académica y hacer crecer la conciencia de los beneficios potenciales de la investigación en colaboración.
  • Introducir mecanismos de seguimiento y evaluación de las actividades de colaboración entre la universidad y la empresa.
  • Establecer mecanismos de seguimiento de las trayectorias formativas y laborales de los doctores para mostrar evidencias de las trayectorias de éxito en el tejido empresarial.

Referencias

BORRELL-DAMIAN, L. (2009). Collaborative Doctoral Education University-Industry Partnerships for Enhancing Knowledge Exchange. DOC-CAREERS Project. EUA.

GARCÍA-QUEVEDO, J; MAS-VERDÚ, F. I POLO-OTERO, J. (2010). “Which firms want PhDs? The effect onf the university-industry relationship on the PhD labour market”. Document de treball de l’IEB 2010/13. Institut d’Economia de Barcelona.

Thune, T. (2010). «The Training of ‘‘Triple Helix Workers’’? Doctoral Students in University–Industry– Government Collaborations». Minerva.

Enlace artículo UniversidadSí