Artículo publicado en el diario ARA el día 28 de noviembre de 2013
Cataluña vive un momento histórico, tanto por la crudeza de la crisis económica y social como por el debate político sobre su futuro como nación. En este contexto, hay que reflexionar sobre qué modelo de país queremos construir, y es necesario poner manos a la obra sin más dilaciones. En este artículo quiero referirme concretamente al complejo entramado entre modelo productivo, formación y sistema educativo, mercado de trabajo, competitividad y progreso social. Propongo algunas reflexiones basadas en evidencias y en estudios internacionales.
El Programa Internacional para la Evaluación de las Competencias de los Adultos (PIAAC) de la OCDE, presentado hace pocos días en Barcelona por iniciativa de la Fundació Jaume Bofill, ha evaluado el rendimiento en competencias básicas (comprensión lectora y matemáticas) de la población de 16 a 65 años de 23 países. El PIAAC señala que los países con los mejores resultados (Dinamarca, Finlandia, Japón) combinan sistemas educativos de calidad con formación para adultos también extensa y de calidad (tanto para empleados como para los parados); enfatiza también que hay países que combinan adecuadamente grados de excelencia educativa y al mismo tiempo de equidad (Países Bajos, Australia). Finalmente, constata un hecho que ya conocíamos pero que es crítico: la formación es clave para el empleo, al mismo tiempo que los individuos con mejores competencias gozan de mejor salud y son ciudadanos más activos y comprometidos. En el caso de España (no tenemos datos desagregados para Cataluña), los datos son desalentadores: ocupamos el último lugar del conjunto de países europeos y de la OCDE en competencia matemática, y estamos en la penúltima posición en comprensión lectora. El aspecto positivo es que, junto con Corea del Sur, España es quien ha experimentado un progreso educativo más grande en los últimos años, fruto como sabemos del marco histórico de dónde veníamos y de la extensión de la educación en las últimas décadas. El aspecto claramente negativo que nos debe hacer reflexionar es el desperdicio, en el mercado de trabajo y en las empresas, de las capacidades y el talento. Es decir, disponemos de una alta proporción de trabajadores sobre cualificados, de los cuales no aprovechamos su potencial, incluso los forzamos a emigrar.
Todo ello nos lleva a una evidencia que ha remarcado Miquel Puig en estas mismas páginas: la incapacidad persistente de la economía española (y catalana) para crear puestos de trabajo de calidad. El consenso es amplio: debemos salir de la crisis y tenemos que construir un país mejor transformando el modelo productivo, haciéndolo competitivo internacionalmente y con mayor valor añadido. Y para ello es imprescindible diseñar y ejecutar políticas estrechamente interrelacionadas entre formación, mercado de trabajo, sistema productivo y políticas de empleo. Por el lado de la formación, tenemos un problema en la calificación intermedia de la población: debemos reducir la población activa con bajos niveles de formación y duplicar como mínimo la de nivel intermedio (bachillerato o ciclo de formación de grado medio), actuando decididamente contra el fracaso y el abandono escolar. Esto pasa claramente por una apuesta por la formación profesional y su proximidad a las empresas mediante programas en alternancia o duales. Al mismo tiempo, tenemos que incentivar una estructura productiva que base su competitividad en el valor añadido y la innovación y que, por tanto, cree empleo de calidad y no expulse a los trabajadores más cualificados y preparados, construyendo finalmente un círculo virtuoso como hacen las sociedades y economías más desarrolladas. Asimismo, debemos apostar decididamente por políticas de empleo modernas y ambiciosas: no crearemos más puestos de trabajo (ni de mayor calidad) reformando la legislación laboral, sino apostando por la formación a lo largo de la vida, el reciclaje profesional, la orientación laboral y los servicios de intermediación. Hay que preparar a los trabajadores para actuar en una economía de mayor valor añadido. Lo decía con mucho acierto Oscar Valiente en la presentación de los resultados PIAAC en Barcelona: hay que replantear de raíz las interrelaciones entre formación y empleo, apostando, como promueve la OCDE, por políticas más coordinadas entre formación, trabajo y promoción económica. Y este hecho implica que las diferentes áreas de gobierno (departamentos de la Generalitat, municipios) y los agentes empresariales y de formación trabajen estrechamente con programas rigurosos y permanentemente evaluables.
Un último dato para la reflexión: la inversión en educación en España se sitúa en el 4.7% del PIB (y bajando!), mientras que en Dinamarca representa ya el 7.8%. ¿Qué modelo de país queremos?